Don Álvaro de Carreño «el mozo»

Prendes, Concejo de Carreño, finales del siglo XV. Se espera la llegada inminente a este mundo del que sería conocido como Álvaro de Carreño, hijo de D. Pedro de Carreño y Doña Inés de Miranda. El citado Pedro había reconstruido el Torruxon de Prendes, erigido anteriormente como bastión defensivo por los romanos. La torre tenía en su fachada tres escudos y en uno de ellos una inscripción que dio lugar a una leyenda y que decía así: “Levántame y verás, lo que detrás de mí hallarás”. Una noche un vecino, ansioso por descubrir un tesoro y armado de pico y pala, logró soltar la piedra heráldica y cuál sería su chafón cuando leyó: “¡Bendito sea y alabado, pues ya estoy del otro lado!”.

Poco se sabe sobre la juventud del tal Álvaro, salvo que tomó por esposa a María González de Quirós, apellido, el de los Quirós y sus variantes, que ha venido emparentando con mi familia desde hace muchos siglos, tanto en Asturias como en Murcia.

Este dato yo lo desconocía, cuando en mi juventud tuve algo más que un amigo, llamado A. Quirós, de esos que parece que conozcas de toda la vida y, que con mis posteriores investigaciones sobre mi familia, pude comprobar ojiplática que su familia era la que figuraba en los orígenes de mi árbol genealógico. Cuanto menos es curioso… y también es hermoso.

En 1510 Alvaro se trasladó a Oviedo, donde ocupó el cargo de Aposentador Real de Carlos I, función que habían desempeñado sus antepasados desde que la familia había tomado parte por Enrique de Trastámara en la guerra fatricida contra Pedro I el Cruel, a mediados del siglo XIV.

Esto llevó a Álvaro a viajar continuamente junto al Emperador tanto a la corte como a Flandes. En uno de esos viajes encargó el tríptico “La adoración de los Reyes” a un pintor flamenco cuyo nombre se desconoce ya que los entendidos en la materia no se han puesto de acuerdo. Lo interesante para mí, es poder ver los rostros del matrimonio, a izquierda y derecha del tríptico. La obra primero fue donada a la capilla de Santiago que los Carreño tenían en la Iglesia de San Tirso de Oviedo, donde están enterrados y posteriormente, fue llevada al Museo de Bellas Artes de la misma ciudad, donde permanece en la actualidad.

La vida de Álvaro fue de todo menos tranquila, además del cargo que ocupaba junto al rey, fue recaudador de impuestos, prestamista y escribano. En uno de sus viajes, en esta ocasión a Portugal acompañando a la reina, contrajo la peste bubónica y se sabe que le atendió un curandero en Valladolid y posteriormente en Oviedo y que superó la enfermedad, pero su salud se resentiría el resto de su vida.

Tuvo dos hijos dentro del matrimonio, Catalina y Benito, que acabaría siendo Tesorero General del Consejo Supremo de la Inquisición (pero esa es otra historia) y cuatro bastardos y en cuyo testamento da órdenes precisas a sus hijos legítimos de ocuparse de los hijos que tuvo fuera del matrimonio. Álvaro murió en 1544, dos años después de haber obtenido autorización para fundar mayorazgo por real cédula otorgada en Valladolid. Y aquí comienza esta rama, la de Oviedo…

Fuentes: Archivo Histórico de Asturias. Diario La Nueva España

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